Siempre, desde que tengo uso de razón, fue para mí, el evento más esperado del año y aunque e de confesar que no soy precisamente la persona más fiestera o aventurera, la feria del pueblo siempre ha sido motivo de alegría.
Cuando estaba en la primaria, no recuerdo que grado era, era un motivo de especulación el momento en el que llegarían los juegos mecánicos, y aunque no disfrutaba subirme a ningún juego, anunciaba el inicio del ritual que todos esperábamos, ya que después de los juegos llegaban los puestos de comida, comidas que regularmente no comíamos y que si teníamos suerte, nuestros padres los comprarían como una golosina exótica.
Los días lluviosos, era otra señal de que la fiesta estaba cerca, así que en esos días se comentaba entre los compañeros del salón, si asistirían, a qué juegos se subirían, con quién asistirían y si podrían visitarme.
Al salir de la escuela, era todo magia, la sequía daba paso a días frescos de suéter, charcos en la carretera y nubes grises o negras en el cielo. Comencé a caminar, pero ese día era un día diferente, no había cansancio o flojera por llegar a casa, desde el día sábado comenzaron a llegar los juego. Era un sábado lluvioso y no tuve que salir a cuidar los borregos, en lugar de eso, mi mamá preparó café con leche endulzado con piloncillo y supongo tenía canela, además que sospecho que de café no tenía mucho por la edad que teníamos los más pequeños.
A pesa de que todos estábamos guardados, alguien fue a ver al atrio de la iglesia si habían llegado ya, en eso uno de mis hermanos llego y dijo ¡ya llego el primer camión! Y se ve que es la rueda de la fortuna, se ve que este año, será enorme.
Salimos disparados, sin suéter, en medio de la lluvia, para dar fe, que los juegos, habían llegado.
Para el día lunes, esperábamos que hubiera más, así que especulábamos que juegos habría este año glorioso. Con esa idea en la mente comencé a caminar, preguntándome qué juegos, de qué color, que tamaño ¿Ya habrá llegado la acomida? Mejor aún, ¿Habrá llegado la fruta? Mejor aún, ¿Habrán llegado los cocos?
Sin frío, sin calor, caminando a paso veloz, llegue a casa, había un hervidero de gente y el ambiente estaba saturado de olores nuevos, música, niños jugando, carpas instalando, me fui más lento para contemplar la escena y me fui a casa a contar todo lo que había visto.
Traía las palabras que se agolpaban en la punta de mi lengua, a punto de ser disparadas con todo, cuando pronuncie la primera letra: A... y vi a una niña, creo que de 15 años, aunque no estoy seguro y jamás pregunte la edad, que platicaba con mi hermana mayor, mientras ella le decía:
Claro, con mucho gusto, cuenta con ello.
Nunca, o eso creo, había visto a una niña tan bonita como esa, creo que todos los presentes y ausentes, se dieron cuenta de que, a mí me gustaba esa niña como nunca antes me habían gustado las niñas.
Mis hermanos, que no estuvieron ahí, también se dieron cuenta después, ya que esta niña continua yendo a la casa.